LA RUTA DE LAS ALMAS: Un camino Iberoamericano
Cuando nací ya sonaba la música de las almas con todos las voces e instrumentos creados desde la experiencia que alimentó ese camino personal dentro del universal.
En el alma viaja la lengua común, la de las emociones, independientemente de las creencias, el equipaje espiritual de la humanidad, donde uno lleva su historia emocional, más allá de las palabras, dónde la cultura tiene su razón de nacer.Herencias mediterráneas, norteafricanas, sub-saharianas, sonidos de Persia, músicas de Sefarad y Al-andalus, ecos del mundo de los celtas del norte de la península Ibérica. Sonidos helénicos y otomanos, cultos en la bonanza, al baile, al goce de la vida. Músicas que viajaron a través del tiempo, fundiéndose con los sonidos de las Américas.
El milagro de la alquimia se manifestó a través de la música.
Mi camino, tal vez comenzó allá en el medio oriente, regando de sonidos y colores gran parte del mar mediterráneo hasta llegar a la península y en uno de los momentos de esplendor cultural más grandes que ha vivido la humanidad, creó un patrimonio musical que más adelante llegó a América, justo en el momento de destrucción de esa convivencia, cuando se expulsó a los sefaradíes y a los musulmanes de España. Allí encontró el caldo de cultivo para seguir expandiendo su semilla, se mezcló de nuevo, con el patrimonio musical de los africanos subsaharianos que fueron llevados como esclavos y de los indígenas americanos, dejando la huella de esa raíz, ese río, en el rico patrimonio de la música latinoamericana, Iberoamericana.
De igual forma que en Cuba decimos: “el que no tiene de congo tiene de carabalí”, en la península, “el que no tiene de andalusí tiene de sefardí” y por tanto en la mayor de las Antillas como en gran parte de Iberoamérica, tenemos de los unos y de los otros.
Un camino, una tierra de cultivo, cultural, espiritual, el punto de partida para re-interpretar la experiencia personal, recreándola, desde la música.
Un punto de vista de cómo a través del tiempo los éxodos, las migraciones de los pueblos, también lo han sido de la música.
Al final este pequeño mundo en el que vivimos es nuestra casa, la de todos, inmenso, rico, variado, una minúscula gota de agua del universo donde no somos más que eso, partículas que forman el todo que necesita esa diversidad para ser.